Este verano una de nuestras paradas ha sido Bilbao y está claro que no podíamos irnos de la ciudad sin visitar su museo más famoso, el Guggenheim.
A principio de los años 90 la administración del País Vasco inicio un plan para revitalizar la ciudad de Bilbao y con esta idea contactó con la Solomon R. Guggenheim Foundation para que diera nombre al nuevo museo de arte que tenían pensado crear. Después de duras negociaciones, finalmente la fundación accedió a venderles la franquicia gracias a la cual el museo no solo recibiría su nombre sino que también lo proveería de obras de arte de su colección. Una vez firmado el acuerdo, se empezó a buscar localización y arquitecto para el proyecto y tras estudiar diferentes propuestas se decantaron por el innovador diseño del estudio de Frank Gehry. En 1994 se inició su construcción y 3 años después, el 19 de octubre de 1997, abrió sus puertas al público.
El Guggenheim ha supuesto un gran cambio para la ciudad. Desde su apertura se ha convertido en un referente cultural que atrae a turistas de todo el mundo. Recibe más de 1 millón de visitantes al año y nosotros decidimos ser dos de ellos ya que aunque no somos unos grandes entendidos en arte, somos de esas personas que creemos que para poder opinar de algo hay que verlo y experimentarlo.
El museo está localizado en un lugar privilegiado. Situado en la ribera del Nervión está rodeado de atractivos paseos y plazas que permiten que se pueda recorrer todo su perímetro. Gran parte del edificio está cubierto por planchas de una aleación de titanio y cinc que varían su color según el momento del día. Durante nuestra visitar pudimos disfrutar del juego de luces y de los continuos cambios causados por los reflejos del sol y las nubes y os aseguro que es una maravilla.
En las cercanías podemos disfrutar de piezas de grandes artistas, como Louise Bourgeois, Daniel Buren, Eduardo Chillida, Anish Kapoor, Yves Klein, Jeff Koons o Fujiki Nakaya. Las más conocidas y fotografiadas son sin duda la gigantesca araña llamada Mamá de Louise Bourgeois o la escultura floral Puppy de Jeff Koons que vigila la entrada al museo y que se ha convertido junto él en símbolo de la ciudad.
El interior del museo es algo menos espectacular. Está organizado en torno a un espacio central, alrededor del cual se disponen 20 galerías en 3 plantas. Cuando nosotros lo visitamos había dos exposiciones, una de Jeff Koons y otra de Jean Michel Basquiat, y la verdad es que no nos gustó nada pero ya sabéis que para gustos los colores… Para mí, la arquitectura del museo resulta mucho más interesante que las obras de arte que contiene. Así que os recomiendo que os informéis bien de las exposiciones antes de comprar la entrada ya que cuesta 15 euros.
Si tengo algo que criticar al museo es referente a sus normas. No puede ser que antes de la visita te informen de que no se pueden hacer fotos en el interior pero una vez dentro el personal te de un panfleto informativo donde explica que hay zonas donde si está permitido. Nosotros habíamos dejado las cámaras en el guardarropa (que por cierto es gratis) así que tuvimos que conformarnos con tomar alguna foto con el móvil.
No hay duda que si viajas a Bilbao debes darte una vuelta por el Guggenheim aunque solo sea para disfrutar de su increíble arquitectura y hacerte una foto con Puppy.
Información útil
Dirección:
Avenida Abandoibarra, 2. Bilbao.
Horario:
Lunes: Cerrado excepto algunos lunes del año (consultar en la web del museo).
De martes a domingo: De 10 h a 20 h. Los días 24 y 31 de diciembre el museo cierra a las 17 h.
Cerrado: Días 25 y 1 de enero.
Tarifas:
Adultos: 15 €.
Jubilados: 7,50 €.
Estudiantes (Menores de 26 años): 7,50 €.
Grupos (Más de 20 personas): 12,50 €.
Niños menores de 12 años: Gratis
Las tarifas del Museo son variables en función de las exposiciones. Durante los cambios de exposiciones y debido al cierre de salas, se aplican tarifas reducidas.